La capacidad de adaptarse “bien” a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza o escenario de tensión relevante en el ámbito familiar y personal, como problemas de salud, estrés laboral o dificultades financieras, es lo que se conoce como resiliencia. Es la capacidad de trascender esas complicaciones que siempre ocurren en la vida.
¿Qué nos hace resilientes? A partir de los estudios realizados en la materia, se ha demostrado que uno de los factores más importantes es “tener relaciones de cariño y apoyo”, dentro y fuera de la familia, con vínculos afectivos de amor y confianza, que además de proporcionar estímulos para seguir avanzando, también dan seguridad.
Como lo plantea Lauro Estrada Inda, en su libro “El ciclo vital de la familia”: “si la familia es capaz de permitir y contener la expresión de emociones tales como el miedo, la rabia, la tristeza, el amor, los celos, etc. el individuo se verá más tranquilo y capacitado para su desempeño social, puesto que sus errores y fracasos ya fueron ensayados en un grupo social pequeño -la familia- que es más predecible y manejable que la amplia sociedad”.
Sin embargo, también existe la posibilidad de auto desarrollar la resiliencia. Destaca el “establecer buenas relaciones” con familiares, amistades y personas importantes, de manera que constituyan una red de ayuda y apoyo para escucharnos en momentos complicados.
Aceptar que “el cambio es parte de la vida” es otro factor sustancial para comprender que hay circunstancias que no pueden modificarse y con ellas hay que seguir el camino. Otro elemento es que, ante eventos que producen tensión, modifiquemos la manera de interpretarlos y reaccionar, de forma tal que “no veamos las crisis como obstáculos insuperables”.
Por otra parte, “decidir frente a las circunstancias” lo mejor que sea posible, siempre será más provechoso que ignorar los problemas y las tensiones o desear que desaparezcan, porque sencillamente eso no ocurrirá.
Otros factores que contribuyen a crear y fortalecer la resiliencia: “cultivar una visión positiva de una o uno mismo”, de manera que haya confianza en las propias capacidades para resolver los problemas; además de “no perder la esperanza” y “cuidar de nosotros mismos”, aunque en el caso de las niñas y niños, es fundamental que esa autoestima sea motivada por el entorno familiar.
Por ello, cuando vemos jóvenes con desesperanza y miedo al futuro, habría que echar un vistazo al entorno familiar, porque seguramente ahí habrá algunas explicaciones de lo que sienten.
PERCEPCIÓN
La Auditoría Superior de la Federación detectó que 62 mil 575 planteles educativos de nivel básico regresaron a actividades presenciales sin condiciones sanitarias. Y así mucho de la educación en el país.
Profesor investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAEMéx.
Presidente del Consejo Ciudadano del Sistema Mexiquense de Medios Públicos. Twitter: @RJoyaC