Mientras la humanidad decide, qué decidirá, guiada por líderes cuyas decisiones son orientadas por la víscera más que por el seso, la humanidad sufre dolores de parto que pueden convertirse en aborto. Un doloroso aborto, sin asepsia, sin amor, con mucho ego, carne, vanidad y hasta odio a la vida.
Eso parece, el hombre no ama la vida, adora la muerte. La guerra de Putin contra Ucrania es muestra de ello. Las guerras. El dominio del crimen organizado en la economía y políticas del mundo, es muestra de ello. La quema de los bosques de la amazonia, lo demuestran. La necedad por seguir impulsando una economía carbonizada a costa de la vida de millones de hombres y mujeres, es muestra de ello. La contaminación de las aguas, la desertificación y contaminación de suelos, la prostitución de niños, mujeres y hombres por parte de carteles del crimen y de forma individual, por hambre. La venta de órganos después del asesinato de personas es terrible, entre ellos, menores, que no pudieron defenderse.
Ese tema sacude, menores secuestrados para prostituirlos, y de 10 años para arriba, si no se drogan para perderse, sus órganos se venden, si sobreviven y crecen, con el corazón endurecido y la perversión que les impide discernir el bien del mal, se convierten en verdugos y secuestradores de otros menores.
La humanidad tiene el corazón duro. Aparenta amar, cuidar, proteger. Su mente esta entenebrecida, sólo así se explica porque impiden manejar vehículos a las mujeres en ciertos países, negándoles la oportunidad de estudiar y aportar a la vida y a la familia.
Sólo así se explican los actos violentos de seudofeministas que protestan contra la violencia que sufren, haciendo violencia contra la sociedad. Destruyendo comercios, cristales, bienes públicos, golpeando periodistas. Exigiendo un respeto que merecen, pero que no dan.
Estamos en una carrera sin retorno por la carencia de valores. El derecho a la vida, de todo ser, ha sido ocultado por un sinfín de derechos particulares que, como cortina de humo, dificultan ver lo importante.
Ama a Dios, al prójimo, al derecho a la vida que tiene todo ser, en medio del equilibrio sustentable del ser y el hacer. El amor y los valores, no sólo sexo y codicia.
La humanidad tiene decisiones pendientes entre el azul y el verde. El amor al ser humano, debería ser suficiente para acabar con las diferencias religiosas y sus guerras. Debería ser suficiente para migrar a una economía circular que reduzca la destrucción del planeta. Suficiente, para llevar comida a quienes no tienen, para que los precios de los productos no suban, nulificando todo incremento salarial. Para dar servicios médicos y salud a quienes lo necesitan. Para respetar las diferencias de opinión sin violencia activa o pasiva. Para reforestar, sabiendo que los sistemas terrestres secuestran el 30 por ciento del carbono de la atmósfera, sumando esto al 50 por ciento que capturan los océanos, que ya sufren la acidificación de sus aguas.
El planeta azul, no debe vestirse de marrón, por la constante desertificación de tierras y acidificación de aguas y corazones.
Hay que amar a la vida y ser… Fuente de vida.