A veces parece que nuestras opiniones están dadas en función del temor —o respeto— por otras opiniones en las redes sociales.
Señoras y señores, niños y niñas. Dos puntos. Vivimos en una especie de tiranía de las redes sociales. Y no de ahora, desde hace algunos años nuestro comportamiento público está definido por lo que aparece en los llamados medios sociales. Algunas veces para bien, otras para mal.
Por ejemplo, se ha moderado el comportamiento de algunos seres humanos, puesto que los excesos se han puesto en evidencia. Hemos visto docenas de ladys y lores —que es el plural de lord— puestos en evidencia, con una carrilla de muy padre y señor mío.
También ha ocurrido que otros seres humanos han dejado de expresarse libremente por la simple y sencilla razón de que enseguida les puede caer una turba por manifestar ideas contrarias a los intereses de algunos grupos, sin importar su tamaño o sus agendas.
Esa dictadura de las herramientas de comunicación que agrupan a varios miles de millones de personas en el mundo tienen su puntito de preocupación. Y no me refiero a la forma en la que nos relacionamos, sino a las posturas públicas que exponemos. A las máscaras que nos imponen los roles que asumimos en estos espacios. A las camisas de fuerza que surgen inesperadamente.
Tampoco estoy poniendo sobre la mesa un tema novedoso: todos alguna vez nos hemos quedado callados o nos han caído encima por decir o hacer algo que una persona consideró inapropiado.
Acá, en tierras mexiquenses, en el marco del proceso electoral en marcha, los partidarios —y fanáticos— de los “ismos” ya están en eso de la descalificación en los medios sociales. Lo que al arriba firmante le parece completamente natural, básicamente porque se trata de la opinión se mueve hacia sus intereses.
Descarten que el arriba firmante se vaya a quejar de algo en lo particular. Esta es la representación de lo que alguna vez Alejandro Jodorowsky bautizó como “el juego que todos jugamos”. De hecho, toda esta disquisición surgió porque en esos días en la Gran Bretaña, que tiene una tradición democrática extensa y linajuda, el ex futbolista Gary Lineker fue llevado al cadalso porque tuvo el tino de criticar al gobierno inglés desde su cuenta de Twitter y compararlo con la Alemania del periodo pre nazi.
Como Lineker es comentarista de la BBC, la cadena de televisión británica le pidió que se retractara, el ex futbolista se negó y fue suspendido, no por la acción de una turba, sino del poder. Enseguida comenzó un apasionado debate sobre la libertad de expresión, que terminó con la reposición del comentarista y la promesa de la BBC de revisar de forma independiente sus reglas para el uso de las redes sociales.
De la picota, al regreso a la pantalla, Lineker parece haber ganado una batalla que se libra a diario, a veces calladamente. Lo importante aquí es que la tiranía de las redes sociales no nos convierta en lo que los griegos antiguos definían como un idiota. Y que pese a todos los pesares, nos interesemos en la política, la que los griegos decían que era la tarea de ocuparse de los asuntos de la polis… y por lo tanto, de todos.
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Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca. Gerente de Meganoticias Toluca.
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