Wilmer “N” es originario de Honduras y busca llegar a Estados Unidos, pero al igual que otros migrantes centroamericanos, ha quedado varado y ahora deambula por las calles de Acolman y Ecatepec pidiendo limosna para poder subsistir.
Hace más de un año, debido a la falta de oportunidades partió de Intibucá, su pueblo natal, el cual es considerado como una de las comunidades más pobres de Honduras.
“El catracho” (como se les llama los originarios de Honduras), en compañía de sus amigos Marvin y Olga, salió con la firme determinación de cruzar hacia los Estado de Unidos, sin embargo los polleros los abandonaron dentro de una caja de un tráiler en la Carretera Federal Texcoco-Lechería.
“El trailer se detuvo, los polleros nos dijeron que si se detenían no hiciéramos ruido para que no nos descubrieran, pero luego de más de cuatro horas las puertas se abrieron y ya estaba la policía. Como pudimos bajamos de la caja y echamos a correr, no nos agarraron a todos, no supe más qué pasó con mis amigos”, relató.
Sin dinero y sin papeles que le permitan trabajar o permanecer de manera legal en el país, la única opción de Wilmer fue pedir limosna principalmente sobre las avenidas, centros comerciales o tianguis en las inmediaciones de Acolman y Ecatepec para poder sobrevivir.
Indicó que hay días en que no prueba alimento, otros apenas logra recolectar entre 40 y 50 pesos.
Es la primera vez que intenta llegar a la unión americana, asegura que en su andar se ha topado con mucha gente de Honduras, Guatemala y El Salvador que luego de varios meses varados en la frontera sin oportunidad de cruzar, decidieron regresar a sus destinos de origen o establecerse en otros estado de la república Mexicana.
“Los maras (salvadoreños) son malos, no los catrachos (hondureños) o chapines (guatemaltecos). Son los maras los que nos quitan las mochilas, han aventado gente de la bestia para abajo. Así se lo digo, me pensaba venir con la familia pero no, mejor así, solo, es la primera vez que lo intento pero hasta ahorita voy con la fe de que va Dios y mire me he topado con gente buena y también gente mala”, expresó.
El migrante de 33 años relató que debido a la pobreza que existe en su país y a la falta de oportunidades se vio obligado a dejar a su mujer y a dos “güirros” como cariñosamente llama a sus hijos. Señaló que en varias ocasiones ha sido interceptado por personas que lo invitan a vender droga pero se ha negado y prefiere moverse del lugar.
Explicó que junto a otros migrantes se quedan en la estación abandonada del ferrocarril que se ubica en Tepexpan, en el municipio de Acolman; en ese lugar ya llevan varios meses. Aseguró que cuentan con el permiso de los vecinos, quienes además en algunas ocasiones los apoyan regalándoles comida.
“Dormimos a un lado de la estación vieja del tren, hay un campo grande donde sembraban antes maíz, ahí nos dieron permiso, pero no es por mucho tiempo nada más en lo que juntamos para el pasaje y agarramos camino. Relató que las personas con quienes pernocta en la estación abandonada del ferrocarril, son guatemaltecos y hondureños.
Finalmente el catracho mencionó que no piensa regresar a su país y de no llegar a la frontera, espera poder establecerse en Acolman o Ecatepec de manera legal para poder traer a su esposa y dos hijos.
Finalmente señaló que pese a su aspecto desaliñado, los policías los tratan con respeto y nunca los han amenazado con entregarlos al personal del Instituto Nacional de Migración (INM).